Hacía rato que tenía ganas de hacer algo así, esto de la abstracción más pura. Más o menos desde que leí “La nueva pornografía”, de Lewis Trondheim, y más tarde conocí los trabajos de Andrei Molotiu (si estuviera a mi alcance monetario el "Abstract Comic" de Fantagraphic, sería feliz). De esto hace ya unos años: 3 para el primero y casi dos para el segundo. Si bien suelo trabajar sobre algún tipo de abstracción, estas nunca son puras; es decir, siempre hay cierta narración, pese a lo herméticas o pseudoherméticas que éstas sean. Pero esta vez quería jugar a otra cosa.
Para muchos esto no será historieta, teniendo en cuenta que en términos clásicos ésta se define por la narratividad, pero para mí -como para tantos otros- lo fundamental no es eso sino la secuencialidad en el espacio, en la metaviñeta, en la página. Es decir, no la secuencia narrativa, de viñeta a viñeta en una secuencia lógica -por llamarle de alguna manera-, sino la posibilidad de leer la secuencia completa en el espacio que es la página. Para ser más claro me voy a explicar por la diferencia: el cine trabaja con la secuencia y con el tiempo (como la historieta, en que las “calles“ tienen intención secuencial y temporal, las cuales pueden ser muy distintas entre la instancia de producción y la de reconocimiento, entre autor y lector), pero no con el espacio; uno no puede ver la película entera hasta que ésta haya terminado, hasta que la cinta fílmica no haya finalizado de rodar, no puede ver todos los fotogramas juntos y relacionarlo (en todo caso, ya no estaríamos hablando de cine, sino de otra cosa, no sé cuál), uno está supeditado al tiempo de la película; en cambio, en la historieta sí es posible hacerlo, se pueden ver todas las viñetas juntas y relacionarlas, porque lo fundamental -y esto es lo que la diferencia del resto de la “artes"- es precisamente el espacio.
Se podría esgrimir que en pintura pasa lo mismo, en la que se puede (y no hay otra forma) ver la globalidad en el espacio del lienzo, pero lo que no se puede es ver la secuencia, porque no la hay, independientemente de si hay o no narratividad (un cuadro puede narrar, contar una historia, tranquilamente). La historieta es lo más parecido al discurso, a la comunicación, porque los discursos y mensajes se dan y se reciben completos, las proposiciones siempre son completas (lo que no equivale a que la significación sea lineal, que nunca o rara vez lo es); incluso una proposición fragmentaria es completa, porque la proposición es lo que es. En toda proposición hay un antes y un después, una secuencialidad que se halla implícita en ella en la relación entre palabras (y hasta entre letras); no hay posibilidad de que en una proposición no exista esta relación, es decir una secuencia (por muy abstracta y caprichosa que sea una oración), en todo caso no sería una proposición. Esa secuencialidad siempre es gráfica, aún cuando se trata del lenguaje hablado, porque desde hace siglos a esta parte los humanos pensamos en términos gráficos, vemos mentalmente la palabra escrita y el símbolo de esa palabra. Cuando hablamos de “casa” primeros vemos -siempre mentalmente- la palabra escrita “casa”, la secuencia de las letras c + a + s + a y luego la representación simbólica de esa palabra, que es, en general, el dibujo infantil de una casa o, quizás, la “fotografía” de la casa de nuestra niñez o alguna otra muy específica. Siempre hay una secuencia, sobre todo secuencia gráfica.
Ya he dicho alguna vez que mi concepción de la historieta es más comunicacional que artística, en principio porque no busco estímulos estéticos, pese a valerme de ellos en ocasiones, y en segundo lugar porque no creo en la existencia del arte en sí mismo (todo puede ser arte, dependiendo de un sinfín de variables: desde qué lugar se mire, dónde se ubica, qué predisposición se tenga al observar y analizar, etcétera; y si todo lo es, nada lo es, no existe). Lo que no puedo negar es la existencia de la comunicación, del discurso: allí donde hay humanidad hay discurso y proposiciones. Y, como ya he dicho arriba, la historieta es de todas las “artes” la que más se asemeja a la estructura proposicional. Lo que busco, entonces, es jugar con las posibilidades del signo, sus símbolos y simbologías, sus significaciones, etc. Lo que pretendo es la complicidad del lector, que no sea pasivo, un mero receptor, sino que éste sea tan creador como yo mismo, que él deconstruya la significación, es más, que la construya, desde donde puede y quiere, libremente, aún reconociendo las limitaciones internas que todos tenemos (historia, experiencia, cultura, conocimientos, etc). Mis historietas no son para unos pocos iniciados, para hombres y mujeres cultas, sino para todos y cada uno, por eso son tan abiertas, para que todos participen y jueguen. Siempre rechacé aquello de “escribir o hablar en el lenguaje del otro”, porque esto lleva implícito que el otro es un idiota al que hay que hablarle de determinada manera porque no entiende. Pero también siempre rechacé hablar o escribir en un lenguaje complicado y rebuscado, en honor a la estética, a la demostración de conocimientos o lo que fuere, cuando la intención es producir mensajes más o menos asimilables. Pero esto no significa tampoco tratar al otro como Tarzán, reduciendo la complejidad de las cosas, lo que equivale a negar esa complejidad, a negar, incluso, lo que de vívido tienen las cosas. Sin embargo, mis historietas no pretenden producir mensajes asimilables, tengan o no mensajes (en la instancia de reconocimiento, es decir en el lector, siempre hay mensaje e interpretación, más no sea inconsciente), sino, como dije anteriormente, que sea el lector quien les de sentido, que el lector abandone su lugar de lector y se convierta en autor.
Bueno, creo que me fui a la mismísima mierda. De tanto en tanto tengo la necesidad de explicarme y justificar porqué hago lo que hago y porqué lo hago como lo hago. Con todo esto no he inventado nada, no soy el primero ni el último en decirlo. También servirá -y por eso lo repetiré de vez en cuando- para contestar a los múltiples “no entiendo” que me han dicho; es que no hay nada que entender, pero la explicación “no hay nada que entender” puede sonar bastante ladri. Quizás esta explicación más amplia siga sonando ladri, pero bueh, es mejor que sobre y no que falte.
Dejo de escribir acá y doy paso a la historieta.
Se vemo'.

(Actualización)
Nota no al margen: sigo sosteniendo la definición de historieta como "secuencialidad en el espacio", sin embargo me asalta un problema: en tal definición no cabe el cuadro único, que no necesariamente ni únicamente tiene que ser "humor gráfico". El cuadro único a lo "humor gráfico" es historieta, estoy convencido, ¿pero cuál es su justificación? Porque, convengamos, en el cuadro único no hay secuencialidad, puede haber tiempo, pero no secuencialidad, se parece más a la pintura, pero no es eso. ¿Entonces? ¿Habrá que incorporar la intencionalidad también? Sí, creo que sí. Pero no estoy seguro.
para mi que la diferencia con la pintura es que generalmente la historieta tiene un dialogo, o una leyenda, no es simplemente un dibujo, entonces al tener un dialogo o un texto pasa a existir una especie de secuencia aunque sea de un solo cuadro. El problema seria en los cuadros unicos sin dialogo, pero con un dibujo expresivo... podriamos dejarlos fuera de la definicion y todo cerraria perfecto jejeje... o pensar que toda regla tiene una excepcion
ResponderEliminarClaro, el problema en la definición está en esas viñetas únicas que no tienen diálogo. Como ejemplo, hay un tipo que se hace llamar Troche, que hace precisamente eso, no dibuja secuencialmente, pero tampoco hace pintura ni ilustración, te das cuenta al toque que no hace eso. Para mí forma parte de la historieta, pero no sabría cómo justificar que es historieta si me atengo a la definición de "secuancialidad en el espacio".
ResponderEliminarTendría que pensarlo mejor.